¿Cómo saber si mi hijo ve bien, más allá de toda duda? ¿Es necesario llevarle al oculista, si no se queja de que ve mal? ¿Qué puedo hacer en casa para cuidar del buen estado de sus ojos? Las dudas y las inseguridades son más comunes de lo que pudiéramos creer, cuando se trata de la salud de los más pequeños. Para muchos padres, su hijo ve bien “porque nunca ha dicho nada”, cuando en realidad eso no garantiza nada: “Ningún niño que ve mal sabe que ve mal. Ignoran lo que es ver bien porque siempre han visto de esa forma, y eso hace que los déficits de visión en los primeros años de vida pasen a menudo desapercibidos”, sostiene la pediatra Lucía Galán. “Muchos de esos defectos se detectan cuando empiezan a leer o escribir, a los cinco o seis años, y con algunas patologías podemos llegar tarde”.
Según estudio, uno de cada tres casos de fracaso escolar que se producen en menores de entre 6 y 12 años se debe precisamente a problemas de visión, algo especialmente preocupante si se tiene en cuenta que, según dicho informe, muchos padres no son conscientes de las carencias visuales de sus hijos, y la mitad de los niños que necesitan gafas no las usan. De los 7.535 alumnos de Primaria que participaron en el estudio, más de la mitad (el 56 %) falló en una o más pruebas optométricas, y casi uno de cada tres lo hizo en dos o más.
Las pantallas, en su justa medida
Cuidar la salud visual no tiene por qué equivaler a renegar de la exposición a las pantallas, pero sí a mantenerla dentro de unos límites razonables. Conviene recordar que la Academia Americana de Pediatría recomienda evitar dicha exposición para los menores de dos años, y después hacerlo no más de dos horas al día. “A los niños que ya leen y utilizan pantallas, tanto del móvil como de la tablet, hay que decirles que la alejen de los ojos al menos 30 centímetros, y que descansen cada 30 o 40 minutos, preferiblemente saliendo al exterior, para que puedan fijar la vista a lo lejos”, recomienda Galán. Y es que se cree que el aumento de la miopía que se está experimentando en los últimos años se debe precisamente al hecho de usar dispositivos electrónicos con los que los niños están mirando de cerca durante horas, disminuyendo las horas al aire libre.
Lo ideal, como siempre, es mantener un equilibrio entre el tiempo que pasan fijando la vista en distancias cortas y largas. Y que, al menor indicio de un problema de visión, se consulte con un oftalmólogo infantil, que es el especialista que tiene los recursos y las herramientas necesarias para detectar cualquier posible patología en los niños, tengan la edad que tengan. “Esto debe quedar muy claro porque, aunque los pediatras detectamos ciertas patologías, no podemos ni mucho menos asegurar al 100 % que no existe ningún problema de visión”, asevera Galán. “Aunque es cierto que, en las primeras revisiones del recién nacido y durante el primer año de vida, los pediatras valoramos el reflejo pupilar para descartar lesiones en la retina como puede ser un retinoblastoma, que es un cáncer muy agresivo, o que pueda haber estrabismo”.
En cualquier caso, tanto padres como profesores han de estar atentos ante posibles señales que indiquen un defecto de visión, como dolores de cabeza frecuentes; que se acerque demasiado a la tele, a las pantallas o a la hoja mientras pinta, lee o escribe; que guiñe los ojos con frecuencia; que no distinga caras familiares a lo lejos o que, por ejemplo, se produzca una bajada repentina del rendimiento escolar. Y si los padres son miopes, hay que redoblar la vigilancia, porque la miopía tiene un importante componente hereditario: cuando ambos progenitores lo son, el 60 % de los menores desarrollan también miopía.
Seis preguntas con respuestas
- ¿Cuándo empiezan a ver los bebés? A diferencia de otros sentidos, el desarrollo de la visión es un proceso progresivo: “Al principio, los bebés solo ven bultos, luces y sombras; a los dos meses, pueden reconocer la cara de los progenitores, si están muy cerca, e incluso sonreír (lo que se denomina la sonrisa social); y a los tres meses, ya puede hacer un seguimiento visual de 180 º y seguirnos con los ojos, si no estamos lejos. Pero no comienzan a percibir con calidad los colores y la profundidad hasta los seis o siete meses de vida”, sostiene Galán.
- ¿Cuándo se determina el color de sus ojos? Es una de las primeras cosas en las que nos fijamos, pero no hay una regla fija, sino que depende de cada bebé. “En algunos casos, a los seis meses adquieren el color que tendrán durante el resto de su vida”, aclara el doctor Laria, “mientras que en otros puede tardar más de un año”.
- ¿Qué hacer si al bebé le lagrimea un ojo? Esto es bastante frecuente, y se debe a que, al nacer, muchos niños tienen obstruido el conducto lacrimal que comunica con la nariz. La lágrima que producen los ojos se acumula y puede suponer un foco de infecciones, legañas y lagrimeo continuo; algo que durante los primeros seis meses puede tratarse mediante lavados y masajes sobre el conducto lagrimal, varias veces al día. Si no se resuelve, el oftalmólogo infantil puede llevar a cabo un sondaje, una sencilla operación quirúrgica para permeabilizar el conducto.
- ¿Cómo actuar si tiene legañas y ojos pegados? “Las conjuntivitis, a pesar de ser muy molestas, no suelen tener consecuencias graves para la vista”, explica Galán. “Ante esta situación, se debe lavar el ojo con suero fisiológico y gasas estériles, huir de tratamientos caseros como la manzanilla y, de ser necesario, acudir al pediatra”.
- ¿Cuándo debo llevarle a su primera revisión oftalmológica? Como regla general, se recomienda realizarla durante el primer año de vida. “Si no hacemos un correcto seguimiento de la vista de los niños, puede ocurrir que no detectemos patologías graves como una catarata congénita o un tumor ocular, que deben ser intervenidos de inmediato”, advierte el doctor Laria. Además, hay otras anomalías más frecuentes que deben comenzar a tratarse en los primeros meses o años de vida, cuando hay una mayor plasticidad cerebral, como el ojo vago, el estrabismo o los problemas refractivos.
- ¿Es grave que mi bebé tuerza el ojo? Durante los dos o tres primeros meses, el sistema visual es muy inmaduro y a los bebés les cuesta enfocar, lo que hace que sea habitual tener la impresión de que los pequeños bizquean. A partir de los tres meses, no obstante, cualquier sospecha de desviación ocular ha de ser consultada con el especialista.
Fuente: elpais.com