El último rastro que había de los jóvenes Alexandra Martínez, Marcela Romero y a José Fernando Gómez Daza era un video de seguridad en donde se les ve en un vehículo Kia de color negro, con placas PTV-215, saliendo del municipio Hato Corozal, Casanare, hasta donde se habían dirigido desde Yopal para entregar mercados a familias vulnerables.

Esa última imagen fue del 25 de abril, día desde cuando se les perdió toda pista y sus paraderos eran un misterio. Sin embargo, la historia giró totalmente tras la llamada de Alexandra Martínez el pasado miércoles 29 de mayo manifestando que estaba en territorio venezolano .

Martínez, en diálogo con EL TIEMPO, cuenta que fue secuestrada en Casanare con Marcela y José Fernando. Cuatro hombres fuertemente armados los encadenaron y les vendaron sus rostros para atravesar los montes y las trochas del departamento de Arauca. Finalmente, los llevaron a un campamento de las disidencias de las Farc, en Venezuela.

Esta joven es la única del grupo que ha recobrado la libertad y le rondan cientos de preguntas sobre su secuestro.

La pesadilla para Alexandra comenzó cuando José Fernando invitó a su amiga Marcela a entregar mercados a familias vulnerables de Yopal que pasan por dificultades debido a la emergencia del coronavirus.

Fernando, a quien conocen como ingeniero, prometió que si conseguía trabajo haría una obra de caridad, entregando mercados a familias vulnerables.

Los tres jóvenes desaparecieron tras ofrecerse para repartir mercados en zonas vulnerables de Yopal.
Foto: Suministrada

Marcela, quien manejaba la empresa de su familia y conoció a Fernando por asuntos laborales, aceptó la misión y pidió ayuda a Alexandra para que la acompañara en la entrega propuesta por Fernando.

Ese 25 de abril, el ingeniero Fernando, de 35 años; Marcela, de 25 años; y Alexandra Martínez, de 24 años, salieron a cumplir esa labor social en un automóvil Kia de color negro.

Alexandra manifiesta que en el vehículo el ingeniero las convenció que salieran de Yopal hacia Pore, en el norte del departamento, donde  una señora le estaba escribiendo que tenía muchas necesidades, como la pañalitis que supuestamente sufría su bebé.

El plan diseñado por Fernando era entregar la ayuda en Pore, luego retornar a un sector llamado La Yopalosa, en Nunchía, y finalmente volver a Yopal.

En su relato, la joven dice que Fernando les dijo que la señora los iba a estar esperando al lado de la carretera cerca de Pore. Sin embargo, al pasar por el sector no hallaron a la mujer y tomaron rumbo hacia Paz de Ariporo, donde visitaron a la abuela de Alexandra por petición de ella misma.

En este municipio, Fernando entregaría algunos mercados. En ese momento, Marcela notó que el baúl del carro estaba desocupado y no había más mercados, pese a que Fernando insistía que había más.

El grupo volvió a carretera dado a que Fernando manifestó que la señora de Pore insistió en que la ayudaran. La mujer, supuestamente, manifestó que estaría con un trapo rojo cuando el vehículo pasara por el puente sobre el río Muese. En ese sector efectivamente, sacaron el trapo, pero no estaba la señora sino cuatro hombres.

“Marcela le preguntó al ingeniero: “¿por qué para si no es la señora?”, cuenta Alexandra.

Fernando, dice Alexandra, no alcanzó a pronunciar palabra cuando uno de los señores abrió la puerta trasera donde iba la joven y les pidió los celulares. “Yo reaccioné dándole una patada y le grité a Fernando que arrancara, pero lo que hizo fue apagar el carro”, añade.

Alexandra prosiguió: “al que le di la patada se bajó, le pidió un revolver a los de la moto y volvió a subirse al carro, mientras otro se acercó y dijo: “Ingeniero arranque”. Con Marcela nos miramos sorprendidas porque a Fernando ya lo conocían como el ingeniero”.

El vehículo donde estaban bajo amenaza siguió su rumbo hacia el norte de Casanare. Dos motos custodiaban al carro conducido por Fernando. Fue en Hato Corozal donde los vendaron, les aplicaron dos inyecciones y luego los encadenaron.

“Desde ese momento no supimos la suerte del ingeniero Fernando”, cuenta Alexandra.

El secuestro

Alexandra y Marcela fueron dirigidas a un monte, donde las trasladaron en moto por más de 90 minutos. A las 7 de la noche, las jóvenes llegaron a un pueblo que no logró identificar cuál era y, posteriormente, las llevaron a una finca.

A las 6:00 de la mañana del día siguiente siguieron el traslado con vendas en sus ojos. “Después de pasar un río muy grande nos quitaron las vendas, era el río Arauca. Enseguida nos suben en una camioneta, estábamos en Venezuela, alguien nos dio la bienvenida a la disidencia de las Farc”, dice.

Los hombres armados se presentaron como el campamento Martín Villa de las disidencias de  las Farc, bajo el mando de Ferley González.

En el campamento, Alexandra cuenta que volvió a ver a Fernando, quien estaba encadenado.

“Ferley González nos dijo que el ingeniero había robado un dinero de las Farc y había entregado unas cabezas de ellos. Dijo que a nosotras nos estaban investigando para saber qué relación teníamos con el señor”, recuerda Alexandra.

Alexandra manifiesta que al día siguiente escuchó como el grupo armado habló de que a Fernando lo iban a legalizar. La joven asume que el hombre fue ajusticiado; sin embargo, “es algo que no puedo confirmar porque nosotras no vimos el cuerpo ni nada”.

La joven relata que al lado de Marcela estuvo por 34 días, hasta el miércoles 29 de mayo. En la mañana de ese día, hacia las 8 de la mañana, Ferley González le manifestó a Alexandra que se iba para la casa, que estaba limpia porque no tenía nada que ver con el ingeniero Fernando.

Así las cosas, Alexandra fue llevada vendada de nuevo en un carro hacia un pueblo llamado La Esmeralda, donde la abandonaron en una lancha al borde de un río.

Desde ese pueblo llamó a su familia y logró que otras personas la ayudaran a llegar a Arauquita.

“De Marcela puedo dar fe que estaba bien hasta el momento en que la dejé allá. En esos 34 días nunca nos faltaron al respeto, tampoco nos trataron mal, siempre nos daban la comida, aun cuando a veces no podíamos probar bocado por la situación tan vulnerable en la que nos encontrábamos”, dice.

Fuente: ElTiempo.com

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